lunes, 15 de junio de 2020

Lo Bello y lo triste - Yasunari Kawabata


A Kawabata lo conocí por un club de lectura que hacía un revista de la Universidad Nacional. Le robé a mi tía su copia de "Historias de la palma de la mano" y leí de cabo a rabo los cuentos antes de ir, movido por la curiosidad y los primero humos de literato que me tiraba en esa época, antes de terminar el colegio.

Fui con una compañera del salón. Ella tenía algunos intereses similares a los míos, aunque ahora no sé si realmente era así. En las horas de almuerzo nos metíamos al gran salón del colegio y nos sentábamos separados por unos diez metros, cada uno con un libro y sin hablar demasiado. La recuerdo cagada de la risa mientras leía "Memorias de una Geisha" y también, en alguna de las pocas veces que conversamos de verdad, sus quejas sobre los hombres con los que se relacionaba, sus constantes "¿Por qué todos los hombres son iguales?" y el inevitable "Bueno, tu no, claro". Es un recuerdo gracioso.

Fuimos al evento y hubo una conversación sobre Kawabata. Algo dijeron sobre la muerte y las mujeres. No sé si nombraron la tradición o qué, pero algo quedó resonando. Era la primera vez que entraba a la universidad y también que asistía a un evento de esos. A pesar de ser quién la había arrastrado al evento, mi compañera participó más activamente de la conversación. Mentes con opinión tienen que opinar.

Después pasaron par de años, Thomas Mann y otros personajes, hasta que me encontré con "El maestro de Go". Historia a medio camino entre reportaje y novela, escisión de las épocas en una cultura hecha palabras. Después de eso no perdí oportunidad de comprar cualquier cosa que encontrara bajo su nombre. No tenía mucho dinero así que no podía tirar la casa por la ventana, incluso en una ocasión logré un trueque entre un libro no tan popular y "País de nieve".

"Lo bello y lo triste" fue para mi una lectura de bus. Cuando salía de clase sacaba la novelita, que tiene unas doscientas páginas o incluso menos, y leía con voracidad durante los cuarenta y cinco minutos que me demoraba en regresar a casa. Cuando me bajaba del bus ya estaba exhausto al punto de no querer hacer nada más que dormir. Era a la vez un placer y un esfuerzo. Con cada página me dominaba la tensión y la muerte que esbozaban cada memoria y cada imagen que Kawabata creó. Fue una lectura corta, para el viernes ya no había novela. Y qué triste me sentí.

Me puse a buscar pedazos para leer pero no encontré algo "especial". Me sentí muy acostumbrado a las frases fastuosas y rimbombantes. Él no es así. Es claro y sencillo. Es a punta de construir pacientemente que lo atrapa a uno en cada página.

Los invito a escuchar



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